viernes, 2 de julio de 2010

Baeza




En Baeza hacía frío y llovía a ratos. Debía de hacer muchos días que no paraba de llover porque las casas y los palacios de la plaza estaban muy grises, el empedrado brillante y el camino embarrado. Resbalábamos y teníamos que apoyarnos los unos en los otros. Estábamos alegres y asustados. Muy decididos y muy asustados. En las fotos no se nota el miedo, o se nota poco. Era el 20 de febrero de 1966. Tenía yo 10 años.
Esta nota de prensa es sin duda de Ignazio Delogu, "hispanista" del PCI, que aparece en una de las fotos:

Ha sido enviado de España este relato de un testigo ocular de la violencia empleada por la policía de Franco el 20 de febrero pasado con ocasión del homenaje al poeta Antonio Machado a un cierto número de direcciones extranjeras. Naturalmente, después de la acostumbrada violencia, las habituales multas de miles y miles de pesetas. También, las habituales distorsiones o minimizaciones o, qué duda cabe, el silencio de los grandes medios de comunicación. En cambio, se publican muy rápidamente, con comentarios tranquilizadores, las fotos de un autorizado fascista español en traje de baño en las aguas de Palomares junto al embajador de Estados Unidos. Sus sonrisas y sus bañadores son otra contribución a la terapia hipnótico-sedativa de todos los hombres libres (nota de la redacción).

Para el día 20 del presente mes de febrero, con el permiso de la autoridad, se había fijado el homenaje al gran poeta español Antonio Machado, muerto en 1939 en el sur de Francia, poco tiempo después de su forzado exilio. El homenaje iba a consistir en la inauguración de un monumento, un busto de bronce, de Pablo Serrano, en la pequeña ciudad de Baeza (Jaén), donde Machado había enseñado francés en un instituto situado en un bello espacio de la ciudad, con agradables calles por las que el poeta solía pasear frecuentemente. El homenaje llevaba por título "Paseos con Antonio Machado". La comisión organizadora, algo compleja, estaba compuesta por el juez de Baeza y por escritores y artistas residentes en Madrid. Algunos días antes de su celebración se publicó a toda página en el semanario Triunfo de Madrid una foto del busto acompañada de un artículo de Moreno Galván. También se publicaron otros artículos de adhesión a dicha celebración en algunos periódicos, así como otros testimonios públicos de solidaridad con el proyectado homenaje. Pero el día anterior apareció en algunos diarios una breve nota, de fuente desconocida, que anunciaba la supresión de la celebración. En aquel momento, la mayor parte de las personas que había decidido asistir al acto había partido ya desde diversos puntos de España: Alicante, Sevilla, Córdoba, Valencia, Barcelona, Bilbao, Madrid. La Guardia Civil esperó la llegada de los asistentes en las entradas de las diversas carreteras, cerrándolas. Dejó pasar a los turistas en un primer momento tras haber tomado nota de su documentación. Muchos, una vez apeados, continuaron el viaje en fila india. En estas condiciones llegaron a Baeza el día 20 cerca de 2.500 personas, mientras otros no consiguieron romper el cordón policial. El diario Jaén de aquel día anunciaba que "hoy Baeza homenajeará a Machado". Se inició el desfile hacia el lugar de reunión. Era una larga fila silenciosa de admiradores del poeta. Antes de llegar al punto de encuentro había algunos policías armados (llamados vulgarmente "grises" por el color de su uniforme) que impedían el acceso. Algunos participantes se adelantaron para pedir explicaciones, explicaciones que los policías no dieron. Llegó un teniente y otros refuerzos. El ambiente era muy tenso. El teniente dijo solamente que el homenaje había sido suspendido y que tenía orden de impedir el paso a quienes quisieran reunirse en dicho lugar. Él ignoraba las razones de esa orden. Se le pidió que hiciera llegar a cualquier autoridad (el alcalde u otro) el deseo unánime de obtener una aclaración. Pero el teniente no aceptó y amenazó con hacer que cargaran sus hombres. La gente se agrupó y manifestó su abierta decisión de esperar la llegada de cualquier autoridad que diera una clara explicación. El teniente retrocedió un paso e hizo una señal: los policías se alinearon y sacaron sus porras. El teniente citó un apartado referente al incumplimiento de la Ley de Orden Público y anunció que a la tercera señal la policía cargaría sobre la gente. Algunos se mostraron impasibles, dispuestos a mantener la anterior decisión. La policía, entonces, cargó. Los "grises" vacilaron ligeramente, pero el oficial tomó la pistola y gritó: "¡Cargad! ¡Cargad!". Un policía de la Brigada Político-Social tomó también su pistola, fuera de sí: "¡Cargad! ¡Cargad!". Todo lo demás fue violencia y brutalidad. La multitud gritaba: "¡Asesinos! ¡Asesinos!". Muchos cayeron bajo los golpes; se oían gemidos, gritos y muchos niños lloraban aterrorizados. Los "grises" persiguieron, implacables, a los pocos que al comienzo echaron a correr y golpearon brutalmente a los que se paraban enfrentándose para ayudar a los que se habían caído.
La gente, en masa, tras una carrera de dos kilómetros, llegó a la plaza en un clima de cólera, exasperación y terror. Algunos se refugiaron en un bar, pero los policías los sacaron violentamente a la calle de nuevo, siendo recibidos con una violencia todavía más terrible: golpes, insultos y todo tipo de brutalidad. Muchos fueron detenidos y después comenzaron las redadas, la caza del hombre por todas partes: nuevas detenciones. El pueblo asistió atónito a este horror. Los "grises" gritaron "A los coches", empujando a todos con violencia y siendo ayudados por los "sociales". Aquellos que no disponían de coche para alejarse de Baeza fueron sacados de cualquier modo. Un grupo huía por la carretera. Los que llegaron a Úbeda (una ciudad próxima) vieron que en el cuartel de la Guardia Civil los oficiales esperaban órdenes para dirigirse a Baeza. De este modo acabó el homenaje a Antonio Machado en Baeza (Jaén), el 20 de febrero de 1966. Fueron detenidas 27 personas. Entre ellas, Moreno Galván (autor del citado artículo), Pedro Caba (médico), Eduardo Úrculo (pintor), Alfredo Flores (abogado), J. A. Ramos Herranz (ingeniero), Pedro Bicenta (maestro), Carlos Álvarez (poeta), etcétera.

Este es el relato de un testigo ocular. La prensa española no ha publicado nada sobre estos hechos.
Las agencias extranjeras han dado bien poca información. La mayor parte de las noticias, a través del propio ministro. Algunas de ellas son ignominiosas, como las redactadas por una agencia americana que tergiversaba los hechos, presentándolos como un enfrentamiento entre dos grupos, lo que había obligado a la policía a intervenir para mantener el orden.
De los 27 detenidos, 16 fueron puestos en libertad por la noche; 11 fueron retenidos y conducidos a Jaén, donde fueron puestos en libertad al día siguiente tras haber pagado una multa que oscilaba, según los casos, de 5.000, 10.000 y 15.000 pesetas a las 25.000.

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Texto aparecido en Il Ponte (Firenze, XXII, 3-marzo-1966) y traducido del italiano por Antonio Chicharro. Fue recogido en la segunda edición de Antonio Machado y Baeza a través de la crítica (Granada, Universidad de Granada, 1992).




Todo fue como lo cuenta Delogu, excepto quizá ese exagerado 2.500 personas. Habría unas 1.000, todo lo más, que ya eran muchas. No sé quién hizo estas fotos que hemos conservado en casa todos estos años hasta que hace pocos días las tuve escaneadas (gracias al Museo Reina Sofía, en cuyos archivos han quedado depositadas. Gracias, María José; gracias, Miguel). Copyright, pues, desconocido, de momento.
En las fotos se ve cómo atravesamos el pueblo, primero la plaza y después la calle que nos llevó hacia las afueras, hacia el camino-paseo de Machado. El paisaje (las colinas de olivares que se perdían en un horizonte gris verdoso) era muy hermoso. Con una calidad recia y melancólica. Una transición entre la muy civil y renacentista Baeza y la no menos culta y rural alineación de los olivos entre colinas. Recuerdo que se habló de eso: de la gran cultura del olivo como precedente de la gran cultura de la ciudad.
Los niños que somos hijos de aquellos hombres y mujeres que hacían cosas como homenajear a Machado en Baeza en 1966 tuvimos mucha suerte. La suerte de aprender que los grandes trazos civilizadores se gestan y se perfeccionan entre lo que llamamos cultura popular. Recuerdo que caminamos despacio y tranquilos mientras avanzábamos por las calles de Baeza. Recuerdo que a la salida del pueblo se instaló una cierta urgencia: queríamos llegar a un punto en que el camino trazaba una curva hacia la izquierda. A partir de ahí el camino-paseo se convertía en camino-camino hacia campo abierto. Recuerdo gritos que rompieron los murmullos. Recuerdo la pistola contra el cielo gris. Pienso ahora, al ver las fotos, al recordar, que en toda la acción había una perfecta armonía de fondo y forma. Tanto los que queríamos homenajear a Machado como los que querían abortar nuestro homenaje conocíamos de antemano toda la secuencia de hechos y consecuencias y no intentamos impedirla. Recuerdo luego aquel camino tan largo de vuelta al pueblo y aquel barro. Y el frío que hacía. Recuerdo la confusión y las carreras al entrar en el pueblo. Recuerdo a aquel camarero (gracias mil si todavía vives) del enorme bar de la plaza que nos traía vasos de leche caliente a los niños que pasamos aquel día dibujando lo que habíamos visto mientras nuestras madres intentaban saber algo de nuestros padres desaparecidos. Recuerdo (gracias mil también a quien corresponda) la noche en aquella cama enorme de una casa de Baeza donde varios niños dormimos a ratos, vestidos y a punto para salir corriendo. Recuerdo la carrera de madrugada hacia el coche, el cuatro ele familiar, y la persecución del coche celular que se llevaba a nuestros padres hacia Jaén. Y recuerdo el enorme alivio de verlos gastarnos bromas y hacernos gestos tranquilizadores desde el ventanuco enrejado de la puerta de atrás. Menos mal que todo quedó en juicios y multas, como casi siempre.